El Partido Verde atraviesa por una etapa crucial: en reiterar su identidad o, en las alianzas con otras fuerzas, se desvanece y la pierde. Esto lo vemos con claridad con los dos precandidatos de la Alianza Verde, ninguno de los cuales representa auténticamente el Espíritu Verde.
Luego de un proceso arduo con Compromiso Ciudadano y Progresistas en las cuales Compromiso se retiró por el respaldo mecánico que la Alianza termino dándole a Gustavo Petro, nos encontramos con unos acuerdos bastante convencionales, con una influencia desproporcionada del armamentario ideológico de izquierda de los años sesenta, centradas en el Estado y no reconociendo reiteradamente el imperativo de la sostenibilidad fiscal.
El respaldo reverencial a la Alcaldía de Gustavo Petro, que me niego a apoyar, creó enormes dificultades en ir más adelante en las propuestas y principios. Resultado: El partido se quedó sin alternativas Verdes-Verdes, con los principios y valores del Uribismo por un lado y la izquierda Estadocéntrica por el otro además de propuestas de reforma política poco articuladas. Estaríamos dejando nuestro credo: no al todo vale, la vida es sagrada, recursos públicos recursos sagrados, construir sobre lo construido y la cultura ciudadana, aunque varios de ellos fueron incorporados en el acuerdo.
Es en este espacio democrático que planteo mi precandidatura a presidencia de la República a ser sometida a consideración de la dirección nacional, como todas las demás, y a ser escogido por consulta abierta en marzo de 2014.
¿Por qué me atrevo a lanzarme a tan ambicioso proyecto?
Porque creo que no hacer la reforma política profunda que se requiere le garantiza al país que lo ganado en los acuerdos de Paz se pierda en el Post Conflicto donde seguiría todo igual: continuaría el mismo Modelo de Gobernabilidad que le impide al Estado implementar las soluciones a los problemas a los cuales los colombianos hemos pedido por décadas que resuelva.
¿Cuál es el modelo de Gobernabilidad que se practica en Colombia? Para garantizar la gobernabilidad el gobierno de turno entrega, no ya puestos y contratos, sino segmentos completos del Estado a las fuerzas de su coalición, llamada ahora la Unidad Nacional, para que los políticos puedan direccionar los recursos del Estado a sus clientelas y así poderse reproducir, léase reelegirse por infinidad de periodos, en algunos casos por décadas enteras.
Pero este mismo modelo le impide al estado implementar las soluciones que los colombianos requieren. Nada más dramático que lo que las realidades del Paro Agrario han revelado: los políticos profesionales se quejan de que han dejado de tener un papel que jugar, como lo registraba recientemente el Senador Hernán Andrade en la plenaria del Senado. Los gremios no han funcionado, lo dice el ministro de Agricultura Rubén Darío Lizarralde. El ministro del Interior se queja de que son demasiadas mesas de negociación que copan la capacidad del gobierno para realizar interlocuciones válidas.
Esto sucede mientras el Banco Agrario pasa, como nos cuenta La Silla Vacía, en el más clásico forcejeo al interior de la Mesa de Unidad Nacional a ser manejado por el Senador Roberto Gerlein. El Banco Agrario es la entidad a la cual le corresponde decidir qué créditos extender, qué créditos condonar, a quién se le otorga crédito de fomento, o sea el instrumento principal para tramitar tres billones de pesos frescos acordados en el Pacto Agrario. El senador Gerlein es proclamado ahora cabeza de lista por el partido conservador. Este es el modelo de Gobernabilidad que proseguiría indefectiblemente en la fase del Post Conflicto sin la reforma política que se requiere.
La emasculación del Estado que produce el Modelo de Gobernabilidad se extienden a muchos otros sectores críticos del Bienestar de Los Colombianos: la educación por ejemplo, donde todo el desarrollo rural viene mediado por la captura de las secretarias de educación y por ellas la anémica expansión de la Educación Media que tiene condenados a 15,5 millones de Colombianos mayores de 20 años a la marginalidad y el atraso, sin hacer ningún progreso.
Muchos actores políticos responden a este estado de cosas rasgándose las consabidas vestiduras contra la corrupción y el clientelismo sin proponer reformas de fondo que eliminen los incentivos estructurales que determina el modelo de gobernabilidad vigente.
Por todo lo anterior presento mi precandidatura a la Presidencia la cual debe tomarse como un referendo nacional a las propuestas que le he presentado al país.
Cordial Saludo,
John Sudarsky,
Senador