Publicado originalmente en www.kienyke.com
Sobre el tema de las drogas y el narcotráfico miremos este escenario. Usted necesita inyectarse un opiaceo para un problema de salud. En un hospital el médico lo ve y le aplica la droga, inclusive en algunos casos lo conectan a una maquina donde, dentro de unos rangos seguros, usted puede automedicarse para disminuir sus síntomas. La droga se produce en grandes plantaciones en la India y varios laboratorios oficiales la distribuyen por todo el mundo. El precio es poco relevante. El mercado ilegal es muy pequeño y el numero de muertos al año por la adicción se puede contar con los dedos de la mano. ¿Una utopía o el escenario de llegada en la lucha contra las drogas, así llegar a ella nos tome cincuenta años? Veamos.
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La droga anterior es la morfina y su mercado ha estado regulado por lo menos hace 70 años. No necesita un escuadrón de policías para que se la apliquen en el hospital. ¿Puede entonces ser el modelo de llegada? ¿Podemos continuar con el modelo de la Guerra Contra las Drogas, formulado hace treinta años en Estados Unidos con resultados que universalmente se reconocen como totalmente inefectivos para disminuir el tráfico y la adicción? ¿Cuando el país de turno, que por décadas fue Colombia, se desbarataba creando la materia prima fundamental del narcotráfico: Estados débiles y la ilegalidad? Hoy países como Honduras y ahora Perú, con el efecto balón del desplazamiento de Colombia, claman por una forma alternativa de enfrentar este flagelo. Hay que recordar que la mayoría de las muertes se dan por la guerra y en número mucho menor, por el consumo mismo, especialmente en el caso de la marihuana.
Por esto es necesario definir un escenario de llegada que el caso de la morfina permite avizorar, y que requiere alternativamente considerar la adicción y el consumo de estas drogas como un problema de Salud Pública. Por eso no nos satisface el reciente estudio de la OEA que finalmente, para reiterar no importa el tiempo ni las dificultades de finalmente implementar, no recomendó ningún escenario porque presenta cuatro y no se comprometió con ninguno. En su informe “El problema de las drogas en las Américas: introducción a los escenarios 2012”, plantea cuatro posibles escenarios para solucionar el problema. El primero implica fortalecer las capacidades de las instituciones legales y seguridad pública; el segundo, implementar regímenes regulatorios alternativos; el tercero, programas para el fortalecimiento de las comunidades y el cuarto, la legalización.
Ahora bien, dada la construcción cultural que se ha hecho desde la estrategia de la Guerra contra las Drogas, los pasos que hay que dar necesariamente son graduales mientras la sociedad va digiriendo el nuevo enfoque, especialmente por el terror que produce el consumo de algunas de las drogas más peligrosas, especialmente el “bazuco” o “crack”, cocaína en su forma más adictiva por la velocidad con que entra y sale del organismo.
La sucesión de eventos que nos lleve al escenario final se puede construir con atisbos que se tienen ya en el mundo. El primer punto es diferenciar las distintas drogas, comenzando con la legalización de la marihuana. Uno de los ejemplos del enfoque que quisiéramos ver lo tenemos muy cerca en Uruguay con la estrategia del Presidente Mujica, quien dice: “La idea es identificar a los que consumen, sacarlos de la sombra y que tengan una oportunidad regulada para que no tengan que recurrir al narcotráfico (…) queremos arrebatarle el mercado al narcotráfico por la vía de competirle”.
Hay otros ejemplos ya con las drogas mas peligrosas como el régimen en Portugal, y diferentes experimentos como los llevados a cabo en Holanda. Allí, en la década de los noventa se implementó un programa generalizado con los jóvenes con énfasis en el tema del RIESGO y en la detección temprana de alertas para cuando una actividad recreacional se estuviera convirtiendo en vicio como por ejemplo la adopción de estilos de vida que se construyen alrededor del consumo. Y por supuesto pedir ayuda disponible para atenuar el riesgo. Pero esto incluía el tabaquismo y el consumo de alcohol los cuales producen al año muertes por la magnitud de cincuenta a cinco millones de muertos en el mundo. Con esta estrategia educativa se logró impedir que la población de morfinómanos no solo no creciera sino que fuera cayendo. Este tipo de estrategias educativas se puede magnificar con el desplazamiento de recursos de la la guerra que al definirse el problema de drogadicción como de salud publica, permitiría una aprendizaje público de qué tipo de tratamientos funcionan y, por supuesto, invertir en el desarrollo rural que, al sacar la ilegalidad de la producción de la cocaína y otros, haría que cayeran los precios de estos productos cuya prima en el precio es precisamente la ilegalidad.
Todos estos elementos nos deben ilustrar para que en este punto se llegue a propuestas audaces en La Habana, tan audaces como algunas que se han planteado en los puntos ya evacuados.